La primera imagen

Para cargar las espirales hay que estar totalmente a oscuras. Es conveniente haber colocado todo en su sitio, ordenadamente. Los chásis que contienen la película que se va a revelar, las espirales, la cuba tanque y su tapa, y las tijeras. Todo en su lugar, el lugar de la mesa o del laboratorio al que uno sabe llegar estando a oscuras.

El proceso es sencillo, pero trabajar a ciegas, aunque se haya hecho centenas de veces, provoca cierta inquietud. Prefiero hacerlo en silencio, así que desconecto la música. Me gusta escuchar el roce de la película cuando entra y luego va avanzando por la espiral. Además es un sonido que me informa de si todo va bien.

Normalmente se debe cortar la lengüeta de la película de forma que el borde quede lo más recto y limpio posible. Evitar que el corte sea justo en la perforación no siempre es fácil, por lo que a veces hay que hacer varios cortes de precisión hasta conseguir que los bordes de la película queden rectos, limpios y algo curvados en sus dos esquinas, lo que va a facilitar la entrada y el avance por la espiral. Tijera y manos se mueven para conseguirlo a oscuras. Pequeñísimos trozos de película caen sobre la mesa como el azar y la oscuridad quieren.

Cuando toda la película ha entrado en la espiral y se han completado todas las espirales hay que cerrar bien la cuba tanque. En ese momento, y nunca antes, se puede encender la luz. Entonces me gusta ver la imagen formada por la disposición de todos los pequeños trocitos de película que han caído sobre la mesa. Siempre me ha parecido que esa es la primera imagen “revelada”, cada vez diferente, durante centenares de veces.

Oscar Molina
Texto para Petite histoire du temps. Almería, 2009.

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